domingo, 29 de diciembre de 2019

Cura de sueño

Cuando alguien solicita una cura de sueño o refiere que a una persona se le ha realizado una cura de sueño, a los psiquiatras formados en las últimas décadas se nos es difícil vincular el tratamiento de determinada afección con dicha cura. Es difícil encontrar información sobre el tema porque hoy en día, por lo menos con ese término, no se aplica dicho tratamiento.

Revisando el Tratado de Psiquiatría de Henri Ey y P. Bernard-Ch. Brisset encontré un capítulo sobre cura de sueño para saber de que se trataba, cuales eran las indicaciones y como se aplicaba. Espero en una entrada futura explicar la diferencia entre lo señalado en este artículo y lo que se realiza hoy en día.


Las curas de sueño

Actualmente, se entiende por curas de sueño los métodos que permiten obtener un sueño discontinuo, de profundidad variable, durante varios días.

1º.    Tipos de curas. Es preciso insistir sobre el polimorfismo de las curas de sueño. Entre la antigua narcoterapia a lo Klaesi (Dauernarkose) y la cura de somnolencia ligera, existen todos los grados intermedios. La flexibilidad del tratamiento permite un ajuste bastante preciso a las necesidades del enfermo. Se pueden oponer, para fijar ideas: la cura profunda del tipo Klaesi (duración del sueño 24 horas; duración de la cura 4 o 5 días); la cura ligera del tipo ruso (duración del sueño: de 12 a 15 horas por término medio; duración de la cura: varias semanas, si es necesario); la cura generalmente utilizada en Francia es la cura intermedia (duración del sueño: de 15 a 20 horas; duración de la cura: un promedio de 15 días).
Esta cura se efectúa con la ayuda de hipnóticos potencializados y en buenas condiciones de tranquilidad y aislamiento. Se obtiene así un sueño discontinuo, de mediana tranquilidad y de larga duración.
Es necesario tener una instalación y un personal adecuados. La cura se hace generalmente en habitación individual, aunque ciertos autores han utilizado con provecho la habitación común, en la que unos 5 o 7 enfermos empiezan y terminan su cura juntos. El estudio de H. Faure (1958) proporciona una descripción viva y profunda de estas curas colectivas.
Los exámenes previos requieren esencialmente una exploración cardiovascular, respiratoria y hepatorrenal. Deben descartarse los sujetos de edad, antiguos flebiticos y antiguos ictéricos. Se será muy prudente con los asmáticos, tuberculosos y los portadores de una infección crónica cualquiera. Cuando la cura sea aplicada a sujetos frágiles, es una buena medida asociar, de entrada, a título preventivo, los correctores útiles: antibióticos o anticoagulantes por ejemplo.
Las drogas utilizadas son muy variadas. Los barbitúricos y los neurolépticos constituyen la base de todas las curas. Unas veces se preferirán los barbitúricos ligeros del tipo amobarbital (0,6 a 0,8 g cada 24 horas); otras los barbitúricos "prolongados", de los que el Gardenal (0,5 a 1 g) y el Veronal (0,4 a 0,8 g) son los mejores. Los neurolépticos generalmente se asocian a los barbitúricos, a dosis medias (100 a 150 mg de clorpromacina, por ejemplo). Ciertos autores hacen preparar sellos de fórmulas diversas (E. Berard), que les permiten disminuir las dosis sin que el enfermo se dé cuenta. Los opiáceos pueden ser adicionados a las otras drogas hipnóticas en el caso de que el enfermo este angustiado, lo cual ocurre con frecuencia. Pueden adjuntarse otros hipnóticos. En toda cura de sueño es necesaria una preparación psicosocial (Le Guillant, Monnerot), la cual no solamente deberá ser aceptada por el enfermo, a quien se le darán las explicaciones pertinentes, sino que hay que esforzarse en no comenzar la cura más que en un momento táctico favorable.

2º.    Desarrollo de la cura tipo. En la cura media e individual tomada por tipo, el sujeto, durante los 3 o 4 primeros días, duerme abundantemente (de 16 a 20 horas), con despertares agradables y francos. Es la fase de tranquilidad o de gratificación, en la cual el enfermo experimenta el relajamiento apaciguador de sus luchas y defensas.
A esta fase (que puede bastar en algunos enfermos) sucede otra de sueño más profundo. Es la fase de onirismo, más o menos accesible al observador. A veces, esta fase termina con algunos días penosos, de pesadillas y semiconfusión (Ey, Sivadon, Berard). Debe estarse preparado para confortar al enfermo mediante la presencia y la palabra, sin pretender entrar en sus dramas oníricos.
Es necesario esforzarse en terminar la cura por una nueva relajación, obtenida generalmente por una franca disminución de las dosis del hipnótico, el use de opiáceos e intervenciones tranquilizantes.

3º.    Variantes y asociaciones. Pueden asociarse a la cura de sueño numerosos procedimientos terapéuticos. Así, en las llamadas afecciones psicosomáticas, está particularmente indicado proseguir o emprender durante la cura los tratamientos somáticos necesarios. El electroshock puede ser asociado bajo reserva de un buen estado general y de un control E.C.G.
La asociación de antidepresivos a la cura del sueño constituye un medio muy útil de luchar contra la melancolía de forma ansiosa, en las cuales el enfermo está a menudo agitado y sumido en el riesgo de suicidio.

4º.    Accidentes y complicaciones. No citaremos más que los accidentes serios que exigen el cese de la cura. Éstos son, principalmente, los accidentes respiratorios: excepcionales en las curas modernas, eran el escollo de las narcosis prolongadas del tipo Klaesi. Se observan a veces accidentes hepatobiliares; las ictericias de las curas de sueño, como las de clorpromacina, resultan de una compleha patogenia, en la que el espasmo del esfínter de Oddi parece desempeñar un papel preponderantes– de aquí la descripción sistémica de colagogos durante las curas-. A veces, se asiste a brotes de infección (infecciones urinarias, cutáneas o subcutáneas, intestinales, etc.). Las complicaciones cardiovasculares merecen particular atención (colapso tensional, espasmos vasculares cerebrales). Sin embargo, son los trastornos de la coagulabilidad (trombosis, flebitis, infartos) los que han sido destacados como especialmente peligrosos, aunque relativamente raros. Estas complicaciones justifican la vigilancia cotidiana del sistema cardiovascular y de la piel, así como la eliminación de los sujetos con antecedentes vasculares. Si algunos de estos sujetos, sospechosos de tales complicaciones, son propuestos para una cura, es necesario exigir un examen cardiovascular cuidadoso y considerar la utilización preventiva de los anticoagulantes.

5º.    Indicaciones y resultados. La mayor indicación está constituida por los estados de angustia. Se trate de la neurosis de angustia clásica o de estados emocionales sobreagudos (tipo neurosis de guerra), o también de los brotes de angustia en los neuróticos o en los psicosomáticos, la cura de sueño constituye la terapéutica de elección.
La abstinencia en  la toxicomanía justifica a menudo el recurso a la técnica de Klaesi (narcosis profunda, continua y breve).
Los otros síndromes psiquiátricos constituyen indicaciones más raras: en la esquizofrenia, ciertos autores (Racamier) estiman que ella permite, mejor que otros tratamientos, la liquidación de los episodios catatónicos. En las depresiones melancólicas, constituyen a veces un auxiliar precioso.  En ciertas psicosis delirantes agudas que reaccionan  favorablemente, la cura de sueño permite sobre todo instituir una psicoterapia catártica.
La utilización de la cura de sueño en los síndromes psicosomáticos ha justificado interesantes publicaciones: úlceras gastroduodenales, hipertensión arterial, asma, dermatosis, algias psicosomáticas, etc.

6º.    Interpretación psicofisiológica de la cura de sueño. La cura de sueño realiza el prototipo mismo de una terapéutica psicosomática, en la que es difícil disociar el factor psicoterápico y el factor fisioterápico. Se ha insistido sobre el efecto catártico (reviviscencia  de  los traumatismos  psíquicos reprimidos, acción análoga a la de las pesadillas y los sueños en el normal) y sobre el efecto cerebral (acción diencefálica), ruptura del circuito nocivo entre los “stress” y las reacciones que engendran, y ruptura de las conexiones corticosubcorticales (escuela de Pavlov), o también sobre el efecto psicosocial (el sueño procura una seguridad extraída de una especie de consigna o permiso de regresar). En efecto, es una terapéutica caracterizada por la regresión a las capas profundas y arcaicas de existencia, en las que los sueños, las relaciones infantiles y las satisfacciones libidinales primitivas son vividas y pueden  ser objeto de una psicoterapia análoga a la del "narcoanálisis". La cura de sueño es efectivamente a la vez una puesta en reposo de la actividad nerviosa superior y una “válvula de seguridad'' para la tensión conflictiva inconsciente.




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