lunes, 14 de octubre de 2013

Relación médico - paciente ¿siempre neutral?

Muchas veces he escuchado decir que el psiquiatra debe ser empatico, pero de esa línea no debe pasar, además que son importantes los sentimientos que se generan porque son útiles para el diagnóstico. Sin embargo ¿es cierto que un medico no debe tener mayor empatia o aprecio por algunos pacientes? Esto obviamente sin romper las reglas de la ética. 
Debo admitir que he llegado a sentir cierto aprecio por algunos pacientes por diversas razones, algunos porque los he visto en momentos difíciles y han ido progresando a lo largo del tratamiento, otros porque han sido un reto diagnóstico y la mayoría porque más allá de la ayuda que les he podido brindar me han enseñado. 
Los principales casos son los de aquellos pacientes que fueron parte de mi formación académica escolarizada (residentado) y me quedaba con ellos o sus familiares hasta tarde preparando casos clínicos o haciendo una historia minuciosa para el día siguiente. A esos pacientes los atendía incluso cuando mi lista de citados ya estaba llena. 
Toda esta introducción viene a partir de algo que me pasó hace una semana. Hace algunos años, cuando me tocaba rotar en el pabellón de hospitalización de damas, era común que las pacientes se aglomeraran en la puerta del consultorio para pedir diversas cosas. Destacaba entre ellas una paciente que llegaba con la etiqueta de un episodio maníaco, a descartar una esquizofrenia paranoide. Los síntomas no cedían a pesar de la medicación, sin embargo siempre ponía un toque de humor al momento, y un gran afecto hacia los médicos que la veían. Después me di cuenta que estas características no cambiaban con el estado de ánimo y eran propias de su personalidad. Algunas veces conversaba con su mamá, quién se mostraba preocupada porque además de la enfermedad de la hija tenía que criar al hijo de ésta. El padre del niño nunca se preocupó por el niño y creo que ni siquiera se acercó a reconocer al niño.
Una vez que la paciente estaba de alta, la veía cambiada, muy preocupada por su hijo, calmada, pero siempre afectuosa y agradecida por lo mucho o poco que se le había apoyado. Por la evolución supe que era muy sensible a los psicofármacos y con dosis pequeñas presentaba efectos adversos. Lo único que toleraba era una medicación X a dosis bajas. El gran problema, como en muchos pacientes, era la adherencia al tratamiento y posteriormente la recaída. 
En sus épocas de estabilidad la incentivaba a no dejar la medicación porque podía ser bastante funcional con el tratamiento. Cada vez que podía le daba muestras medicas del medicamento X, a pesar que no estaba a cargo de esa paciente ambulatoriamente. 
Hace algunas semanas, en el hospital donde trabajo, me avisaron que había una paciente en emergencia que era conocida por muchos psiquiatras que se habían formado en el mismo lugar que yo. Se trataba de la paciente de mi relato. Había sido diagnosticada de una enfermedad que ameritaba tratamiento crónico y llegaba a la emergencia por una complicación de esa enfermedad. Luego de algunos días se le trasladó a hospitalización y fui a verla. Quizás el hecho de tener una enfermedad mental hizo que algunos manifestaciones psíquicas sean atribuídas a su patología psiquiátrica. No me reconoció, lo cual podía ser natural dado que había sido evaluada por muchos psiquiatras, pero me llamó la atención que no recuerde el nombre de su médico tratante, que haya desorientación y perplejidad. Pensé en un delirio y por eso suspendí todos los psicofármacos y pensé en una monoterapia con un fármaco que no le iba a los efectos adversos de siempre, que no tenía mayor efecto anticolinérgico (que podría empeorar el delirio) e iba a ayudar a mejorar el sueño (que estaba muy alterado). 
Le pedí al residente que supervisara de cerca a la paciente y yo mismo iba a verla con frecuencia, pero me dí con la ingrata sorpresa que las indicaciones no se habían cumplido y que la interconsulta a psiquiatría había sido parte de la formalidad, además que había hecho una reacción adversa cutánea. Como suele suceder, los primeros fármacos en ser declarados causales eran los psicofármacos que tomaba hasta ese entonces. Era poco probable esa hipótesis dado el largo tiempo que recibía esa terapia y que el fármaco que había indicado no se había administrado. 
Recién se cumplió con la indicación a la alta, luego de 4 o 5 días de la primera evaluación. Había conseguido muchas muestras del fármaco prescrito como para asegurar el tratamiento por un tiempo prolongado como para pasar el período de confusión y regresar a su anterior esquema una vez recuperada. 
Fue una coincidencia que un día al salir de consultorio la vi con su madre haciendo trámites para su alta y buscando las medicinas que le habían prescrito. Le volví a dar toda la medicina que estaba a mi alcance, además de recomendarle que sea evaluada en la institución psiquiátrica de donde provenía. Todo era válido con el fin de supervisarla para evitar complicaciones. 
Aquel día no se consideró necesario hospitalizarla, pero al día siguiente fue admitida. No supe nada hasta que hace 4 o 5 días me entero que la paciente había tenido complicaciones de su enfermedad de reciente diagnóstico y fue transferida nuevamente al hospital. Al parecer su estado era crítico y se procedió a realizar todas las medidas para salvarle la vida. Parece que aquel no era su día y falleció. 
Desde ese día quería escribir el relato porque es una forma de catarsis, la práctica asistencial continua y no es un "conflicto" no resuelto, por supuesto que sentí pena y cierta impotencia porque confluyeron muchas cosas para que esa paciente no llegue a desarrollar todo su potencial. Me he puesto a pensar si ese sentimiento es "normal" y creo que sí porque ese evento no ha teñido mi práctica o mi vida diaria (reacción de fondo como la llamaría Honorio Delgado). 
No me parece saludable que un evento como este interfiera con las actividades diarias, porque algunos días de consulta bastarían para deprimirse, sin embargo tampoco soy participe del médico frío, que busca criterios diagnósticos, sino que se interesa por la repercusión anímica de los síntomas en el paciente y en la familia y que tiene, como todo ser humano, mayor empatia con unos pacientes. 
Esta paciente, a la que llamaré Rosa, no solo fue mi paciente, me enseñó mucho a comprender la vida de la persona una vez que sale de un consultorio y de las relaciones dentro de la familia. Donde quiera que estés Rosa, te agradezco mucho y espero que encuentres la tranquilidad, que en la vida que te tocó vivir no encontraste. Hasta siempre. 

4 comentarios:

  1. Todos aprendimos de ella en nuestra formación y después también. Y vamos a recordarla como a todos aquellos a quienes atendimos de cerca a lo largo del tiempo y que nos enseñaron asimismo. Y es que no puede haber una relación médico-paciente "neutral", aséptica, esterilizada: es imposible, amigo Martín.
    Un saludo.

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  2. Completamente de acuerdo contigo Lizardo. Un abrazo.

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  3. ¡¡ Extraordinaria su relato de experiencia médica, usted es un médico de vocación. Atte Marilia Solorzano Psicóloga ,saludos de Huacho- Lima.

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  4. Cada vez que boy al siquiatra salgo yorando es mujer. Tengo epilesia cronica me yena de pastiyas siempre maltratada desde nena por los medicos y familia sufro en silencio

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